Las dos caras del Acoso Escolar: «Realidades enfrentadas de aquellos NO tan maravillosos años»

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En esta historia ficticia existe un mismo escenario, dos realidades distintas…

Busco excusas para no ir al cole, aparento estar enfermo, pero sé que a Ella (mi madre) no puedo engañarla durante mucho tiempo. Sé que no puedo huir eternamente, aunque me gustaría

Me enfrento a los demás cuando no sé qué hacer con mi rabia. Cualquier cosa porque se me reconozca, porque sean conscientes de mi presencia, porque, aunque sea durante unas horas, pueda sentir que existo.

Vengo de un lugar dónde no todo es como me gustaría, pero aún así soy feliz. Hasta que salgo por la puerta, entonces dejo de serlo. Ella siempre está cuando la necesito. Me quiere, la quiero. Presiente que algo va mal y me pregunta. Pero yo como siempre, acabo mintiendo, finjo que todo va bien. No alcanzo a ver, que si le contara la verdad, las cosas podrían cambiar.

Quizás si ÉL (mi padre) no fuera quién es, si hubiera demostrado aunque fuera un poco de interés por mi. Él cree que es suficiente con meter su mano en el bolsillo y sacar un papelito de colores de esos que sólo preocupan a los adultos. Igual, lo que no sabe es que no quiero mi juguete preferido, quizás lo que su hijo necesita, no puede comprarse con dinero. Pero me conformo, porque no conozco otra cosa. Al fin y al cabo me ha comprado mi muñeco favorito. 

La vida es cruel, vengo de un lugar dónde no existe el diálogo. Si quiero algo, no basta con pedirlo. Es más, para qué molestarse, monto la pataleta y lo consigo. Quizás no sea el juguete lo que necesito realmente, quizás lo que necesito es que Ellos (mis padres) jueguen conmigo, que me pregunten porqué chillo, que me ayuden a entender el porqué de tanta rabia. Podrían enseñarme a encontrar la forma de calmarme, de sentirme mejor, de estar en Paz, pero no lo hacen.

Da igual lo que haga, porque según ellos lo tengo todo. Y es cierto, lo que exijo, lo consigo. Bueno, creen que lo tengo todo y hasta yo por momentos pienso que es cierto. No me falta de nada, ¿o sí?.

imagesCuando llego al colegio, me siento tan pequeño, tan insignificante, que hasta me gustaría ser invisible. Quizás así no me harían daño. Trato de evitar cruzarme con él (mi acosador), pero siempre me encuentra. Me mira con tanto desdén, con ese aire de superioridad mezclado con su tono de burla. 

Desde que suena el timbre hasta que finaliza la jornada escolar, la pesadilla se repite día tras día. Insultos, amenazas y si está «de buenas», igual me libro de los golpes o los empujones. Todo se torna oscuro, hostil, aterrador. Sólo pienso en desaparecer, no soy nada, no soy nadie, no valgo para nada. Lo pienso con tanta fuerza, que hasta me lo creo. No alcanzo a comprender porqué me odia y entonces llego a la errónea conclusión de que una vez más, toda la culpa es mía y me conformo con ello. Y caigo, caigo al vacío dónde nadie puede oirme. O más bien, dónde yo no alcanzo a escuchar las voces que me gritan ofreciéndome ayuda. 

Cuando llego al colegio y veo que soy alguien, me siento grande, siento que puedo con todo, me veo, me ven… Estoy por encima. Sobretodo estoy por encima de él (el acosado). Y me aprovecho de ello, me crezco. Él en realidad no me ha hecho nada. Bueno sí, ser cómo es. Me irrita su forma de ser. De hecho me molesta casi cualquier cosa de su persona. Aunque lo que yo no sé, es que igual no es él quién no me gusta. Igual no me gusta mi vida, no me gusta mi familia o igual, no me gusto yo. Pero así es más fácil, él es débil y eso me hace sentirme fuerte.

Desde que suena el timbre indicando el inicio de mi jornada escolar, hasta que ésta llega a su fin siento que tengo el control, siento que puedo controlar todo lo que sucede a mi alrededor. Aunque lo que en realidad ocurre, es que me estoy descontrolando por momentos. Me alejo de cualquier probabilidad de poner fin a mi profunda, aunque enmascarada frustración. Creo estar llenando un vacío, que día a día, se va haciendo más profundo y oscuro.

Rechazo a cualquiera que quiera tenderme su mano. No quiero meterme en líos, él es omnipresente y lo ve todo. Mejor hacerle caso y ceder a sus amenazas, quizás así consiga que me deje en paz. Pero no soy consciente de que, cediendo a sus amenazas, aún le estoy otorgando más poder. Así él es más fuerte y yo cada vez más débil. 

No soy consciente de cuánto sufrimiento podría estar ahorrándome si me dejase ayudar. No quiero escuchar cuánto valgo, porque soy incapaz de creer que yo pueda ser alguien. ÉL me lo ha dejado claro, no le importo. De hecho, creo que nadie le importa. Y él me lo recuerda día a día con sus amenazas. El miedo no me deja ver la salida, por lo que doy por sentado que no existe y me dejo arrastrar por el sufrimiento. Desconozco el hecho de que nadie debería imponerme lo qué debo hacer, quién debo ser o cuánto valgo. Más bien, cuánto NO valgo. 

Sin embargo en casa todo es distinto, Ella cree tanto en mi. Más de lo que yo mismo soy capaz de hacerlo. Sé que me quiere, porque me lo demuestra a diario. Pero vive ajena a mi pesadilla y eso hace que me sienta aún más solo. Me falta algo o me sobra, no lo tengo claro. Me siento inseguro, diferente… raro. En realidad, no me siento raro, sé que soy raro. Mi mundo me lleva a pensar que lo soy. Pero, ¿de verdad es así?

Cada insulto, cada acto de abuso, me acerca más a lo que yo creo que quiero ser. Pero lo que de nuevo desconozco, es que actuar así sólo me aleja de aquello que de verdad me habría gustado ser. Podría dejarlo, pero no llegó a entender porqué no lo hago. Esa fuerza me arrastra y es más fácil estar en la cresta de la ola, que nadar a contracorriente. Aunque sí me hubieran dicho dónde iba a llevar esa ola, si me hubieran enseñado a nadar, si hubiera sabido lo perdido que andaba… No estaría dónde estoy ahora.

Veo el miedo su rostro y ni si quiera eso me detiene, porque al fin y al cabo, es lo que estoy acostumbrado a ver a diario. Como no conozco otra realidad, la mía propia, aunque hostil, me parece hasta normal. Es lo que Ellos me han enseñado, a conseguir mis objetivos bajo la amenaza, no sé hacerlo de otra forma. Esa es la única solución, ¿o no?.


El Acoso Escolar es una realidad que necesita ser abordada desde todos los ángulos. Generalmente se manifiesta en la escuela y cada vez más,  fuera de ella. Lamentablemente, las RRSS están favoreciendo a que su alcance sea aún mayor.

Sin embargo, su origen viene de antes, de mucho antes. Por eso es importante conocer el entorno familiar de los niños o jóvenes implicados. El acoso siempre propone dos realidades totalmente diferentes, la de la víctima y la del acosador. Por lo que es muy importante saber cómo gestionar cada una de esas realidades. Conocemos y sabemos, que detrás de la víctima hay una realidad llena de mucho sufrimiento, miedo e inseguridad, que seguro tendrá consecuencias en la edad adulta si no se interviene a tiempo. Pero ¿qué pasa con la persona o personas que ejercen ese abuso? ¿cómo gestionamos eso?

Puede que sorprenda leer que el acosador, también necesita de nuestra intervención. Pero lo cierto es, que la violencia o la conducta agresiva, nunca es buena señal. Siempre hay algo detrás de ese comportamiento, probablemente otro tipo sufrimiento que no está sabiendo gestionarse adecuadamente.  De ahí, la importancia de la prevención y de entender que el Acoso Escolar, es cosa de todos.

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Psicóloga Ainoha, Cv – 11.906

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