¡Descubre las ventajas de vivir momento a momento!

El pasado mes de Febrero, las circunstancias de la vida me llevaron a iniciarme en el camino del Mindfulness. Probablemente, algunos de vosotros ya hayáis tenido la oportunidad de experimentarlo o ya hayáis oído hablar de ello, aunque puede también que os resulte algo totalmente nuevo.  Sea como fuere, espero que después de leer este artículo, podáis sentiros algo más familiarizados con el término.

Mindfulness, es también conocido como conciencia o atención plena. Aunque sinceramente, más que hacer una traducción directa de la palabra, peferiría compartir con vosotros mi propia experiencia personal.

Generalmente, no somos conscientes de que vivimos la vida en automático. Vamos y venimos sin darnos cuenta de la gran mayoría de cosas que han pasado durante el proceso. Una vez hemos aprendido algo, lo automatizamos, de manera que ya no es necesario desglosarlo por pasos cada vez que lo llevamos a cabo.

Quizás se vea más claro con un ejemplo.  De pequeños, aprendimos a caminar, lo que supuso todo un hito en nuestro desarrollo. Pero, es más bien difícil recordar ese momento en el que empezábamos a dar nuestros primeros pasos, ese día en el que nos dimos cuenta de que si movíamos primero un pie y luego el otro, podríamos desplazarnos hasta el lugar u objeto deseado. Sin embargo, hoy en día, ¿quién camina pensando en cuál es el pie que debe desplazar para continuar la marcha? Probablemente, no lo hagamos, porque mientras caminamos, nuestra mente suele estar en otras cosas.

Como decía  John Lennon, «La vida es aquello que va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes»,  ¡y cuánta razón tenía!.

Si algo me ha enseñado el Mindfulness es a darme cuenta de la vorágine de acontecimientos en el que generalmente andaba inmersa, sin ser en absoluto consciente de ello. Ideas y planes que se manifiestan como un ruido constante difícil de cesar.  Un aluvión de emociones y sensaciones completamente desatendidas. Y mientras tanto, inmersa en ese ruido, me olvidaba de parar, de experimentar, de vivir, e incluso a veces, de respirar.

La conciencia plena se basa en centrar toda nuestra atención en el momento presente, en lo que aquí y ahora está aconteciendo, sin más. Generalmente, la predisposición del ser humano a aceptar las cosas tal y como son es bastante escasa. Es más fácil resistirnos a aquello que no nos gusta, querer que lo nos hace daño sea diferente o, simplemente, no sea.

Pero si algo me ha enseñado la vida y mi experiencia como profesional, es que las cosas SON, queramos nosotros o no. Las cosas llegan y depende de nosotros el cómo decidamos afrontarlas. Debemos saber que aceptar no implica cruzarse de brazos sin más a modo resignación. Iniciar el proceso de aceptación implica no oponer resistencia, permitiendo que la situación sea tal cual es. Supone una toma de perspectiva que nos puede ayudar a valorar con mayor claridad si la situación a la que nos enfrentamos requiere o no de nuestra actuación.

Y ahí me encuentro ahora, cogiendo práctica en atender lo que bien desatendido tenía. En decidir qué requiere de una intervención por mi parte y qué cosas necesitan seguir su curso sin más, al igual que una nube que surca el cielo. Sabiendo que eso a veces implica dejar partir cosas que uno ama de verdad y, otras veces, requiere dejar espacio para vaya entrando aquello que preferiríamos que se quedase fuera. Requiere fuerza para afrontar de la mejor manera posible aquello que, inequívocamente, forma parte de la vida.

«Dime, ¿qué planeas hacer con tu preciosa, salvaje, única vida?» Mary Oliver

Ainoha Orenes, Psicóloga CV 11.906

El Desván de la Psicología

 

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